24 de febrero de 2015

Tanto como nuestro SIEMPRE.

Cuando sonó el teléfono tan sólo recordé ese momento.

Te recordé sentada en aquellas mesas verdes, con libros por delante esperando una nueva clase. Inundada de aburrimiento y cansancio, sin saber qué pintar en el folio en blanco, qué pensar ni qué idea inventar.
Me recordé apoyada en tu mesa mirando un punto fijo. Tan cansada como tú. Buscando algo de lo que hablar.
Recordé que encontré lo que buscaba. La conversación fluyó y entre líneas me confesaste uno de tus sueños.
Recordé tu cara. Tal era tu ilusión que hasta yo la sentí.

Mis sueños siempre han sido y son improbables y casi imposibles de cumplir. Ver que el tuyo era tan sencillo me hizo no dudar en prometértelo. No dudé en jurar acompañarte en cumplir el tuyo. Al menos así podía notar de cerca qué se siente. Además... pagaría por ver de nuevo tu cara. No sería capaz de averiguar exactamente cual elegirías más que viéndola. La de ese instante era ya increíble.

Sé que cuando sonó el teléfono y escuchaste mi respuesta tu también recordaste este momento. Sé que me elegiste a mi porque estabas segura del si.

Sin ni siquiera saberme una canción y aunque nunca fue mi favorito siempre fue especial. Y tu conseguiste multiplicarlo por dos.
Ahora puedo ponerle cara a tu ilusión y medida a tus nervios. Y te aseguro que nunca lo olvidaré.

Gracias por elegirme a mi. Por hacerlo especial. Por ser siempre tan tú. Y por recordar y mantener lo nuestro tanto como yo.

Seguiré prometiendo por lo que nos haga feliz. Y seguiré cumpliéndolo.

Tanto como nuestro SIEMPRE.

4 de febrero de 2015

De lo que soy

Estoy hecha de los abrazos de mi padre. De sus regaños "educados". De su sincera y honesta manera de abir mis ojos. De su corazón.
Del despiste y la torpeza de mi madre. De sus mimos y su cariño incondicional. De su entrega. De su naturaleza y su facilidad para resolver los problemas.
Estoy hecha de los consejos de mi hermano, de su inteligencia. De sus errores que evitaron los míos, del camino que me dibujó.
Del amor de mi abuela. De la mano que meció mi cuna y mece mi vida. La mano de los otros tres que siempre me faltaron. De su vitalidad y valentía.
Del calor de mi familia. De su unión y su cariño.
Estoy hecha de la diversión de mis amigas. De ellas y ellos.  De sus locuras y del huequito que hacen, cada vez más hondo, en mi.

Estoy hecha de lo que sois y me dais.
Soy de vuestra esencia.


3 de febrero de 2015

Por qué su sombrero.

Hubo un alguien, único y diferente, que me enseñó a ser yo e intentar ser feliz. Pero sobre todo a ser yo.  Me demostró que un día sin sonreír es un día perdido y que tengo que reír para que el mundo ría conmigo. Sin saberlo, supo darme una gran lección con pocas palabras: "lo realmente importante es luchar para vivir la vida, para sufrirla y para gozarla. Perder con dignidad y atreverse de nuevo. La vida es maravillosa si no se le tiene miedo".  

Estoy segura de que ya sabéis de quién os hablo y de lo especial de su sombrero.

Desde entonces, abro la puerta y salgo. No me importa si lloverá, si el día vestirá de blanco o si, por suerte se llenará de luz. Olvido si es lunes o martes. Si habrá nubes grises o si hará frío. Ahora me da igual lo que haya fuera.

Él lo llevaba siempre para sonreír. Y aunque a veces se me olvide o por un momento no lo encuentre y salga sin él... siempre está el momento adecuado para volver a buscarlo.

Por lo que significa y por lo que da. No podía ser otro más que el suyo.

Gracias Charles Chaplin.