30 de noviembre de 2015

Noviembre discorde.

La canción que Noviembre hizo sonar no fue mi favorita.


Nunca me supuso un problema la mala música hasta que tuve que sentarme a escucharla sola.
Antes apenas me angustiaba. Cualquier sonido desagradable se solucionaba con un abrazo. Cambiaba simplemente porque sonaba en confianza. Porque quienes la escuchaban conmigo sabían de mi desagrado. Y, ni siquiera siendo músicos, la cambiaban.
Que las notas de tu canción no fueran acorde a tu melodía era sencillo de solucionar.  Tan sólo se trataba de decirlo y antes de terminar de hacerlo ya se escuchaba diferente.
La magia de los míos es exactamente esta.


Supe que a Noviembre solo lo bailaría yo. Pero los pasos que la música me enseyó en este tiempo, los aprendí. Por fin lo conseguí. Ahora me siento y escucho incluso la que me hace sentir mal. Me siento y me levanto. Estudio. Escucho. Veo. Hablo. Camino. Pienso y siento. Y puedo escucharla, cantarla y bailarla. Por fin conseguí quitarme las manos de los oídos.
Ahora se de la importancia de hacerlo. De solucionarte tú a ti misma. De subir escalones sí o sí, tarareando siempre la canción que Noviembre o sus amigos decidan tocar.

Treinta notas disonantes y discordes que sonaron a inseguridad y nostalgia. Sin duda, la canción que Noviembre hizo sonar no fue mi favorita.

Así que la hice mía. Y hoy, cantando, termino de bailarla.