23 de diciembre de 2016

Desead con el corazón, se cumple

Cuando encontré aquel lugar supe que sería mi sitio.
No había habitaciones, familiares ni estaba decorada de Navidad. Todo era silencio, cristaleras y el cielo.
He visto lugares mil veces más bonitos que ese y juro que en aquel momento lo antepuse a todo lo que mis ojos recordaban.
De los diez minutos del día que me separaba de él, cinco estaba allí, en la última planta de aquel hospital. Tarde tras tarde.
Me agarré a todos los atardeceres como si del sol dependiera mi felicidad.

Recuerdo que le obligaba a prometer que cuando lo volviera a ver, iba a dar más luz y más bonita que aquella que veía. Le hacia jurar que no iba a ser tan egoísta de solo darle luz al cielo. Y tan convencida de que cumpliría, volvía a la habitación con la seguridad que aquel momento me daba.

Se que todo era absurdo
Tanto como consolador.
Me sirvió.
Ese lugar conoció de mi impotencia de verle sufrir y no poder hacer nada.

Justo hace un año volvíamos a casa con la felicidad de salir de allí, el miedo del qué pasará, la tristeza de pasar nuestra primera Navidad diferente, y el cariño tan gigante que unimos los cuatro y que tanto nos ayudó.
Hoy, que de nuevo vuelvo a casa, aunque de un lugar más bonito, solo sabré sonreír al verlo como espera verme llegar. Sin miedo, saludable y feliz.
Hoy hace un año que valoro mucho más el volver a ver a toda mi familia. El sentarnos todos en la misma mesa. Y el coger una copa y brindar por la salud.

Recordaré 2016 por todo lo bonito que me ha hecho sentir. Por haber coloreado lo oscuro. Por haber transformado el dolor en fuerza. Y haberme dado la posibilidad de ver mundo y crecer.
Me has hecho mejor.

Gracias por cada atardecer que me ayudó.
Gracias por salvarle.

Feliz navidad y feliz año nuevo.
Desead con el corazón, se cumple.

15 de julio de 2016

84 sonrisas

Ayer me dejaron una bicicleta.

Aprovechando el día libre no dudé en ir al pueblo a conocer su ambiente y su gente.
Entre tantas historias que vi pasar en una sola tarde, hoy solo se me viene a la mente la imagen de una.

Esperando para cruzar el paso de cebra pasó una furgoneta no muy rápido delante de mi. Un niño pequeño sacaba la cabeza viendo el paisaje con los ojitos un poco cerrados porque el viento le molestaba. Tenía una cara tan graciosa que no dudé en hacerle un guiño cuando me miró. Él me lo devolvió y sonrió. Y cuando iba más avanzado sacó la manita para decirme adiós. Le devolví el saludo.

Yo seguí con mi paseo por Ambert. Llegué a una especie de teatro abierto donde había un festival de música internacional y africanos bailando  con muchas familias disfrutando del espectáculo y del día de la Bastilla. A lo lejos volví a ver a ese niño. Cuando me encontró me volvió a sonreír y abrazó a su padre con un gesto vergonzoso.
Sin necesidad de decir una palabra supe que ya tenía un nuevo amigo aquí.

Volví a casa.
Y me esperaba una cena con más familiares de la familia que me acoge. Me recordó tanto a la mía...
Los niños que cantan y bailan. Los hermanos que se hablan con miradas. Los cuñados que hacen bromas. El padre que pone seriedad. Y la madre que ayuda en los preparativos.
Tampoco necesité del idioma para saber qué sentían y qué pensaban en cada momento.

Cuando fui a dormir me enteré de la noticia.
Me recorrió un escalofrío por el cuerpo.
Y volvió a mi mente el niño que decía adiós y sonreía. Y la familia que se despedía feliz después de una cena tranquila.

Hoy son 84 personas diciendo adiós.
84 familias destrozadas despidiéndose para siempre.
Familiares que pude haberme cruzado ayer. Que me sonrieron mientras iba con mi bicicleta recorriendo caminos. Que me ayudaron a encontrarme cuando me perdí.
84 sonrisas de niños, padres, abuelos y hermanos que hoy desaparecieron. Que suman a otras tantas que mataron.

Se me rompe el alma.

 ¿Qué les pasa, por dios? ¿Qué piensan? ¿Qué sienten? ¿Qué tienen?

                            ¡¡¡ PARAD!!!

19 de marzo de 2016

Felicidades, valiente.

Una herida tuya es mas dolor en mi que en ti. Aquel médico me lo confirmó con cada palabra que explicaba como había salido todo. Me temblaban las piernas.

Te vi salir y pronunciaste mi nombre al verme. Lo sentí con tanto cariño que nunca había sonado tan bonito.

Gracias Papi.

Por ser mi juguete de pequeña, mi coherencia de adolescente y mi seguridad de joven.
Por todas la noches de cosquillas y canciones antes de dormir.
Por aguantar mis ansias de jugar en los sitios más inusuales. Y jugar siempre que lo pedía.
Por los cuentos mal contados.
Por tus millones de abrazos y besos necesarios.
Por no tener nunca  un "No" sin "por qués" para mi . Por darle razón a todas mis dudas y motivos a mis soluciones.
Porque siento tu fuerza en cada paso que doy.
Por plantarle cara a lo feo de la vida. Por seguir dándome lecciones. Y por seguir con la cabeza levantada y la misma fuerza que cuando empezó.
Por facilitarme tanto la vida. Por compartir la tuya conmigo. Y por hacerme feliz, incluso en la distancia.

Gracias por ser valiente.

Felicidades Papá.
Este es, sin duda, tu día.
Te quiero.